martes, 29 de septiembre de 2009

Un mes después de la vuelta


Me han pedido que escriba unas líneas contando cómo me he sentido en Iquitos y casi un mes después de mi vuelta aún no sé cómo hacerlo.

Cada día me cruzo con alguien que me pregunta expectante: “¿Qué tal, cómo ha ido el verano?” Y yo no puedo más que pronunciar un modesto bien, muy bien.

Las palabras no explican lo inexplicable.

¿Cómo explicar un olor, un sabor, un color o una mirada? No es posible, hay que verlo y sentirlo. De igual modo que hay que sentir el encuentro entre personas, lo más importante del proyecto Iquitos 2009, o al menos lo que ha sido más importante para mí. Mi viaje a Perú no tiene nombres de lugares turísticos, parajes naturales o bonitos monumentos; tiene nombres de personas, de gente que nos ha abierto su corazón y nos ha dado a conocer su vida, su forma de ser, de pensar y sentir. ¡Tan diferentes y tan iguales a nosotros a la vez!

Si cierro los ojos y pienso cómo me he sentido durante esta aventura, tengo la sensación de haber visto una buena película, de esas que recuerdas a cada rato, que tiene mucho que ver con tu día a día, pero de la que no eres más que un mero espectador acomodado en su sillón. Así me siento yo, pues aún no puedo creer que hayamos estado allí, que hayamos ido y hayamos vuelto y ahora la vida siga igual. ¡¿Igual?! …

Creo que nuestros sentimientos a lo largo de este proyecto han sido parecidos a los que tuvieran los doce apóstoles de Jesucristo en su día, apoyados por pocos e incomprendidos por muchos, queridos por algunos y amenazados por otros, luchando por valores infravalorados en su sociedad. .. Ese ha sido mi devenir, pero creer fielmente que esta experiencia formaba parte del plan que Dios tenía para mi vida me ha hecho sentirme fuerte y feliz.

La mejor experiencia: el encuentro con el otro
La mejor sensación: los abrazos de los niños de Belén
Las mayores aventuras: navegar en bote por el Amazonas, pasear por la selva y bajar a Belén entre barro y lluvia, ¡sin caerse!
Lo más impactante: ellos mismos, sus propias vidas
El mejor de los paisajes: el amanecer de la selva, la inmensidad del Amazonas
El mejor aprendizaje: nuestras mujeres y sus bebés

El mejor recuerdo: la gente de los talleres, el baile en Quistococha, Nauta y los momentos compartidos con mis compañeros.

Gracias a todos por el apoyo prestado, en especial a mis compis de aventura por los momentos y sentimientos compartidos, a la gente de Iquitos, por su acogida, sobre todo a los pobladores de Belén por todo lo que nos han enseñado, a los que nos han seguido desde la barrera y a Dios, que me lo ha dado todo. A todos, gracias.

Eva

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